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La lejana democracia participativa en México / Hugo Gama

Hugo Gama es Maestro en Derecho por la Universidad La Salle México, así como abogado especialista en propiedad industrial
Hugo Gama es Maestro en Derecho por la Universidad La Salle México, así como abogado especialista en propiedad industrial

No podemos exigir libertades, como la manifestación de ideas o de expresión, cuando el propio sujeto evita el debate, se trata pues, de un doble discurso racional de los individuos, quienes por un lado exigen libertades y democracia, pero por el otro, le ponen zancadilla

Morelia, Michoacán, 10 de julio de 2015.- Recientemente el pueblo griego nos mostró al mundo entero el verdadero ejercicio de la democracia participativa, con un altísimo nivel de participación, prácticamente el 61% de los griegos rechazaron las políticas económicas del triunvirato financiero de Europa.

Ese importantísimo ejercicio, sólo podía suceder en ese lugar del planeta, en donde de manera original se idealizó y conceptualizó por primera vez en la historia de la humanidad sobre la democracia.

En México aprendemos sobre la democracia de una manera bastante limitada: hablamos del voto, el usufructo de la soberanía y de los representantes, nuestros conceptos y formación se limitan a la emisión del sufragio y la «cesión» del poder (democracia representativa).

No entendemos a la democracia como un derecho del pueblo y de los sujetos, menos como un cumulo de libertades que permiten el desarrollo pleno de los sujetos, las cuales a su vez son garantes de la existencia de un Estado en el que la población es el principal actor, y no así el gobernante.

Existen esfuerzos para dar el paso a la democracia participativa, todos con el afán de que el pueblo (titular de la soberanía), pueda participar de manera directa en la toma de decisiones del usufructuario del poder, mismas que repercuten en la vida o el entorno del colectivo.

Ya hubo reformas a la Constitución Federal, en diversas entidades federativas incluso se cuentan con leyes sobre la participación ciudadana (referéndum, plebiscito e iniciativa popular), sin embargo, no han sido adoptadas por las sociedad.

Hagamos una pregunta ¿Por qué no hacemos uso de las herramientas de la democracia participativa? Aunque ya existe la posibilidad jurídica de ejercer este tipo de democracia, cierto es que no estamos preparados para su ejercicio, y ello se debe a una sola razón: el colectivo o los sujetos aún practicamos el absolutismo de la ideas, es decir, no aceptamos que nuestros razonamientos vayan al terreno de la discusión, porque a nuestra consideración se trata de una verdad en la que no cabe el debate, y esto ocurre en la izquierda, derecha, católicos o protestantes.

Ese absolutismo de las ideas, es el verdugo de la democracia participativa, es el que evita el debate y la discusión. No podemos exigir libertades, como la manifestación de ideas o de expresión, cuando el propio sujeto evita el debate, se trata pues, de un doble discurso racional de los individuos, quienes por un lado exigen libertades y democracia, pero por el otro, le ponen zancadilla para evitar que sus ideas lleguen al escrutinio social.

En México la democracia participativa se encuentra lejana y es aún una ilusión, para llegar a ella primero debemos dominar la democracia representativa, consolidar los derechos y libertades adheridas a ella, fortalecer el Estado y las instituciones, así como preparar a las juventudes, en donde las escuelas y principalmente las Universidades juegan un papel fundamental, pues es en esos espacios donde está la oportunidad de generar nuevos y mejores conceptos.

Apunte final: los griegos no solo dieron muestra de su democracia, también dieron muestra de su idea de soberanía y defensa de la misma.

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