Editoriales

Las personas no somos cosas, ni después de muertos, dice la Iglesia

El autor, Jorge E. Traslosheros, es investigador titular del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Tulane y Maestro en Historia por el Colegio de Michoacán; además, articulista del diario La Razón
El autor, Jorge E. Traslosheros, es investigador titular del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Tulane y Maestro en Historia por el Colegio de Michoacán; además, artículista del diario La Razón

La Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) de la Iglesia Católica acaba de publicar una instrucción titulada: Ad resurgendum cum Christo, acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación”. No obstante de ser una reflexión dirigida a los católicos, un asunto más bien familiar, ha causado revuelo en los medios de comunicación y redes sociales, lo que llama a reflexión.

Ciudad de México, 05 de noviembre de 2016.- La Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) de la Iglesia Católica acaba de publicar una instrucción titulada: Ad resurgendum cum Christo, acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación”. No obstante de ser una reflexión dirigida a los católicos, un asunto más bien familiar, ha causado revuelo en los medios de comunicación y redes sociales, lo que llama a reflexión.

1.- La Instrucción me parece muy oportuna. Precisamente por ser católica, contiene un mensaje universal para hombres y mujeres de buena voluntad. El mensaje nos dice que los seres humanos no somos cosas, ni siquiera después de muertos. La dignidad de cada persona es la razón más poderosa que nos une como humanidad, por lo cual debe ser respetada desde el primer momento de la vida, hasta la muerte natural, representada también en el trato que damos al cuerpo de los difuntos. Esto, común al común de las religiones, es también accesible a la razón por sí misma.

2.- El documento versa sobre cómo tratar con dignidad el cuerpo de los difuntos, en caso de inhumación o de cremación, para veneración y acompañamiento en la oración por parte de los familiares, la comunidad local y la Iglesia Universal, sin caer en sincretismos que sólo confunden el sentido cristiano de la muerte y faltan al respeto a otras formas rituales del tratamiento de los muertos. Todo, en consideración pastoral a las particularidades personales, sociales y culturales, asunto que deben discernir con detenimiento los obispos en cada lugar y región. Es una instrucción que, por respetar nuestras creencias y formas rituales como católicos, afirma el respeto a otras creencias. No es diluyendo la propia identidad como se tienden puentes de encuentro, sino afirmándola con respeto y consideración. Por cierto, una forma muy católica de proceder.

3.- La instrucción no trata de la donación de órganos, como tampoco de la disposición del propio cuerpo para el estudio de la ciencia. En cualquier caso, se estará respetando la dignidad de la persona, porque una donación es un acto de caridad a favor de la vida. De hecho, lo segundo es un asunto resuelto desde hace centurias en la Iglesia. Nuestro gran sabio don Carlos de Sigüenza y Góngora, sacerdote católico de la Nueva España, a finales del siglo XVII donó su cuerpo a la Universidad para que en él pudieran estudiar anatomía los estudiantes de medicina. Lo contrario es la profanación de un cadáver, lo que implica reducirlo a simple cosa, configurando una falta profunda de respeto a la persona.

4.- El documento hunde profundas raíces en lo más bello de las creencias de los católicos, presentes en el credo que rezamos los domingos. Una, la más importante, nuestra unión vital con la pasión, muerte y resurrección de Cristo quien nos ha liberado así de la esclavitud del pecado, como también de la muerte. Dos, junto con Cristo resucitaremos como personas íntegras, en cuerpo y alma, por lo cual afirmamos nuestra creencia en la resurrección de la carne. Tres, estamos ciertos de los lazos de caridad que nos vinculan a cuantos peregrinamos en esta tierra, con quienes se purifican para encontrarse con Dios o ya están en su presencia, vínculo que llamamos “la comunión de los santos”, cuya fiesta celebramos el “día de muertos”.

5.- Me sorprenden los analistas y anónimos duendes de las redes sociales que han hecho burla, con saña singular, de lo dicho por la Iglesia. Me pregunto si estarían tan dispuestos a burlarse de los ritos funerarios y creencias sobre la muerte de judíos, musulmanes, animistas, budistas o de cualquier otra religión. Obviamente no, por pavor a ser acusados de utilizar discursos discriminatorios, a ser considerados “políticamente incorrectos”. Pero como se trata de cristianos, entonces no tienen empacho alguno. Una demostración fehaciente de que hoy, aquí y ahora, existe una persecución de baja intensidad contra los discípulos del Nazareno, la cual suele tomar la forma de acoso cultural.

Lo cierto es, que siempre, hoy como hace dos mil años, la resurrección de Cristo ha sido considerada locura para unos y escándalo para otros. Pues bien, la Iglesia es una gran familia a la cual todos están cordialmente invitados, en respeto a lo más profundo de la dignidad de cada persona, en cualquier momento de su existencia. La instrucción aquí comentada, simple y llanamente, lo confirma.

jtraslos@unam.mx

Twitter: @jtraslos

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba