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No es casualidad que muchos padres de familia prefieran la certidumbre de saber y de ver a un hijo fallecido que vivir en una incertidumbre maldita sobre el paradero de sus congéneres durante toda la vida
No es casualidad que muchos padres de familia prefieran la certidumbre de saber y de ver a un hijo fallecido que vivir en una incertidumbre maldita sobre el paradero de sus congéneres durante toda la vida

Hoy se pide castigo para los policías de Iguala por criminales, para el alcalde por complicidad y del gobernador por omisión, pero nadie voltea los ojos hacia los organizadores de esas eternas marchas y manifestaciones. ¿Y a los líderes normalistas nadie los juzgará? ¿Y los profes involucrados?

Morelia, Michoacán, 20 de octubre de 2014.- Pareciera que el féretro de una persona muerta afuera de las oficinas de gobierno es una más de las muchas formas de protesta que hemos visto en nuestro país, si no fuera porque la difunda Margarita Santizo, mujer cuyos restos posaron ahí, fue lo que plasmó como última voluntad: ser velada por fuera de las oficinas de la Secretaría de Gobernación como un último esfuerzo para despertar conciencia sobre tanto desaparecido. En el caso de ella, por su hijo, el policía federal Esteban Morales, quien fuera canalizado al municipio de Lázaro Cárdenas y de donde nunca más se supo de él.

El noticiario de Carmen Aristegui reprodujo una grabación de doña Margarita antes de morir, quien todavía guardaba –como buena madre- la esperanza de encontrar a su hijo con vida; quizá como una especie de prisionero de guerra en espera de alguna negociación criminales-gobierno.

Confieso que la grabación me conmovió tanto que no pude escucharla por completo, pero sí lo suficiente como para darme cuenta de la indolencia de la autoridad, de los comandantes y jefes que ni siquiera tuvieron la valiente decencia de informarle de manera oficial sobre la desaparición de su hijo. La señora Margarita abandonó este mundo sin poder vencer a tres enfermedades: una fue la incompetencia gubernamental; la segunda (y tal vez el peor de los males): el valemadrismo gubernamental, y el otro fue el cáncer.

LAS COSAS NO SE ESTÁN ENFRIANDO

No es casualidad que muchos padres de familia prefieran la certidumbre de saber y de ver a un hijo fallecido que vivir en una incertidumbre maldita sobre el paradero de sus congéneres durante toda la vida. Eso les ocurre a todos quienes viven la amarga pesadilla de no saber de sus hijos, como el caso de los muchachos de la Normal de Ayotzinapa.

Hoy se pide castigo para los policías de Iguala por criminales, para el alcalde por complicidad y del gobernador por omisión, pero nadie voltea los ojos hacia los organizadores de esas eternas marchas y manifestaciones que les han cobrado la vida y hasta la libertad a muchos de ellos. ¿Y a los líderes normalistas nadie los juzgará? ¿Y los profes involucrados? ¿Y quienes azuzan a los muchachos hacia manifestaciones a modo que solo sirven para mantener su modus operandi, su modus vivendi su estatu quo? ¿Y quién posa sus ojos en la Dirección de la Normal de Ayotzinapa?

En Guerrero las cosas no se están enfriando. El fin de semana ya algunos periodistas habían consignado sobre una inminente pedida de licencia del gobernador Ángel Aguirre; al final, perece que ese señor se rajó bajo la complicidad del PRD nacional. Yo le doy menos de un mes; la presión internacional ya está haciendo un fuerte contrapeso.

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