Editoriales

México vs. Brasil: Economía y fútbol (Parte II) / Yadhira Y. Tamayo Herrera

Tamayo Herrera es abogada con maestrías en administración pública y políticas públicas (ITESM), ingeniería en Imagen Pública (CCIP); actualmente cursa el Doctorado en Derecho en la Universidad Panamericana
Tamayo Herrera es abogada con maestrías en administración pública y políticas públicas (ITESM), ingeniería en Imagen Pública (CCIP); actualmente cursa el Doctorado en Derecho en la Universidad Panamericana

¿Por qué están cuatro mexicanos en la cárcel en una celda de castigo saliendo cada dos días al sol por media hora por el supuesto delito de lesiones graves contra un abogado de familia pudiente, hijo de un alto funcionario del Gobierno de Céara, el estado federal del cual es capital la ciudad de Fortaleza?

México, D.F., 31 de julio de 2014.- La semana pasada nos preguntábamos ¿qué pasó el día que fue eliminado México en el partido contra Holanda? ¿Por qué están cuatro mexicanos en la cárcel en una celda de castigo saliendo cada dos días al sol por media hora por el supuesto delito de lesiones graves contra un abogado de familia pudiente, hijo de un alto funcionario del Gobierno de Céara, el estado federal del cual es capital la ciudad de Fortaleza? ¿Por qué no tienen el derecho de salir bajo fianza y enfrentar el juicio desde sus domicilios, derecho que todos los brasileños tienen?

Durante el Mundial de Futbol en Brasil, cuatro felices mexicanos entre 30 y 40 años van trepados en un divertido crucero que los lleva de puerto en puerto para ir trasladándose a estadios donde se celebran partidos del mundial de futbol en Brasil. ¿Sus nombres? Los hermanos Sergio y Angel Eguren, Rafael Medina y Mateo Codinas. Sergio y Rafael fueron diputados locales en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal por el Partido Acción Nacional. Hasta antes de que se confirmara que se quedarían detenidos formalmente, eran funcionarios de la Delegación Benito Juárez en la Ciudad de México. Una bonita vida que se volvió una negra pesadilla sin fin. Hoy los cuatro están enfrentando un proceso judicial ante una autoridad extranjera, en un idioma que no es el suyo y un país que no es el suyo.

He leído y oído de viva voz de varios mexicanos que fueron al Mundial sobre el ambiente que prevalecía en Brasil el día que fue eliminado México. Los mexicanos estaban muy tristes, muy “agüitados”. Mucho. El sueño mexicano había terminado ahí en Fortaleza. Los no mexicanos estaban burlones. Mucho. La Arena Castelao, que fue el estadio donde jugó México contra Holanda, tiene una capacidad de 67 mil espectadores. Pero afuera había decenas de miles de personas más que sin boleto que vivían el futbol en pantallas gigantes que las autoridades habían dispuesto en un festival callejero llamado FIFAFEST. ¿Es necesario decir que corría el alcohol a borbotones, que las pasiones estaban a flor de piel y que cada persona que estaba ahí se sentía parte de un colectivo masificado operado por fuerzas extrañas? Cuentan que aquello era una batalla campal, había golpes a cada diez pasos. Tan es así que las autoridades brasileñas dispusieron una especie de jueces de paz alrededor de los estadios para resolver tantos pleitos que se generaron alrededor de las conductas antisociales del futbol.

La historia es más o menos la siguiente: estos cuatro mexicanos van en un taxi, ven pasar junto a una mujer despampanante, le gritan un piropo. Pero el marido va junto, mete la mano a taxi y los castiga con fuerza por piropear a su mujer frente a él. Los del taxi se bajan a defenderse, traen camisas verdes. Alguien grita: “están golpeando a mexicanos”, llega una tromba de camisetas verdes, “defienden” a sus compatriotas. Otros brasileños se unen a la defensa de los brasileños. Es una riña de todos contra todos. Muchos heridos pero nadie como uno: David de Queiroz Chaves quien se veía en una foto con cara amoratada e hinchada por las lesiones y quien se ha encargado de llevar esto hasta las máximas consecuencias legales.

Los mexicanos también están heridos y no presentan manos con lesiones como para asegurar que ellos son los autores de esa golpiza. David de Queiroz es abogado, y es hijo de un alto funcionario de la Secretaría de Seguridad Pública de aquel lugar, tiene todo el apoyo de las autoridades. El delito de lesiones graves, en todos los sistemas penales del mundo, es un delito que alcanza libertad bajo caución, es decir, que con una fianza puedes enfrentar en libertad el juicio. Las autoridades se los negaron alegando que al ser extranjeros pueden huir de Brasil y evadir la justicia.

Hoy siguen presos, en condiciones bastante violatorias de sus derechos humanos y con mucho tiempo para pensar ¿qué diantres me pasó? Los gobiernos tienen sus leyes y procesos para servir a sus ciudadanos, pero también se salen de sus cauces afectando vidas o sociedades enteras. Injusticias como esta, me recuerda otras que en estos días nos atosigan: un video donde un hijo del gobernador de Michoacán bebe cerveza y comparte tranquilamente cuestiones de gobierno con el delincuente más buscado en el Estado; un país poderoso como Israel bombardeando un país pobre como Palestina, mientras Estados Unidos se queda callado. Gobiernos injustos. Y contra la injusticia hay que oponernos, de lo contrario, seguirá germinando más injusticias a su imagen y semejanza.

 

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