Editoriales

Proyecto Secreto: La nube mortífera del COVID

El enemigo es invisible, estamos como sumergidos en la nube, ¿quién podrá ayudarnos? A lidiar con la muerte.

Morelia, Michoacán, 26 de julio de 2021.- Mirada panorámica

Vivía yo en el norte de Francia y tengo vivo el recuerdo de la nube radioactiva de Chernobil que pasó sobre nosotros. Era un enemigo asesino, invisible que pasó sobre nosotros y no lo vimos. Era un espectro y un verdugo real pero invisible.

Tengo la misma impresión terrorífica ante el contagio del COVID que me parece una nube que envuelve nuestro país invisible e implacable. El enemigo está al acecho, es certero y brutal, nos rodea totalmente, está en el aire que respiramos.

Los poderosos han mostrado ante el enemigo con soberbia y desdén, por regla general lo han consentido, han pretendido manejar y domesticarlo con su palabra miserable, que no crea nada pero que ellos creen todopoderosa.

En su lucha, lo pintan de colores que corresponden a intereses políticos y comerciales, ha faltado un tratamiento científico y eficaz para proteger a la nación. El manejo del contagio ha sido pragmático, no conforme a los valores universales y principios inmutables que norman la conducta humana y la gestión pública.

Hay ejemplos demoledores de quienes no cumplen las normas para evitar el contagio. Las principales autoridades han puesto un ejemplo humano que ha cundido hondo y amplio en una población mexicana que olvida o no ha aprendido la educación, la madurez, la seriedad.

Han propagado y propiciado la desinformación en las multitudes y los malos hábitos. Son pocos los que cumplen las normas cuidadosamente, son minoría.

El ejemplo de los poderosos ha sido demoledor porque el ejemplo arrastra tanto en el incumplimiento de las normas como en la actitud de arbitrariedad, libertinaje y desorden.

Como se ve en reuniones multitudinarias que debieron evitarse y en los centros cerrados de diversión, el descuido de la sana distancia, de las medidas sanitarias, de las instituciones, incluida la Iglesia Católica, ha sido generalizado, se actúa con ligereza.

La línea de la pandemia no se ha “domado” sino en las poses y declaraciones oficiales, en los informes a la población. Las mediciones no han sido científicas ni precisas en muchísimos casos.

Es cierto que las vacunas han representado un avance y una protección ante el COVID. No son absolutas pero nos permiten ser más resistentes, al parecer, en caso de contagio.

Sabiduría de lo alto

La pandemia no es un caso aislado de otros problemas y realidades de la persona y la sociedad, es parte de un todo: de la gestión de la cosa pública para salvaguardar la vida humana en sociedad. Ésta es un todo que debemos atender universal, armoniosa e integralmente.

El homo sapiens se distingue de los brutos y de las máquinas porque se norma por su inteligencia y voluntad libre mediante un orden moral, código de ética conformado por valores y principios. En el centro debe tenerse en cuenta la persona humana, fuente de derechos, la dignidad personal y el bien común.

Hay que velar por el bien verdadero e integral del hombre lo que lleva con certeza al progreso, la felicidad, el éxito. Lo que hace el individuo y su gobierno no lleva automáticamente a esa meta, puede ser errático y perverso. Es necesario velar por el Bien Común y la dignidad de la persona humana.

Puede convertirse “el hombre en un lobo para el hombre (homo homini lupus)” como afirmaba Thomas Hobbes. En el individuo hay maldad y con sus acciones delictivas ha infectado la sociedad y sus organizaciones. Las estructuras sociales están infectadas de pecado, son estructuras de pecado, como señalan los obispos en el Documento de Puebla. 

Se juega el destino definitivo del hombre, su realización plena y auténtica. La Iglesia Católica, Maestra de humanidad, es ángel que vela sin ningún interés bastardo por el hombre en sociedad. Tiene su aporte a la vida social y a la economía que muchas veces se norma por leyes que destruyen al hombre como el dejar la economía a las libres fuerzas del mercado. “La condición y el destino del hombre están en juego”. (Página 929 del Catecismo de la Iglesia Católica). 

La Iglesia Católica se inspira “de una visión del hombre y su destino, de donde saca sus referencias y juicio, por su jerarquía de valores, su línea de conducta… Sólo una religión divinamente revelada ha reconocido primeramente en Dios, Creador y Redentor el origen y el destino del hombre. La Iglesia invita a los poderes políticos a referir sus juicios y decisiones a esta Verdad sobre Dios y sobre el hombre” (catecismo de la Iglesia Católica, 22 44).

El mal existe en el mundo, en la actuación del presidente y de su gobierno, de los líderes sociales, de los ciudadanos.

Con estas referencias se orienta la acción política, con una clara jerarquía de valores que permite establecer objetiva y sabiamente lo más importante y también lo prioritario, dejando de lado el capricho y los intereses mezquinos y facciosos particulares.

En este orden de cosas, el primer valor es la vida. Es lo que hay que proteger en primer lugar sacrificando lo demás, los bienes materiales, el negocio.

Si no protegen la vida, el contagio va a galopar y las medidas restrictivas se tendrán que tomar, de todas maneras y con daños irreparables. 

El Evangelio Hoy: Las multitudes sin líder

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