Editoriales

Proyecto Secreto: ¿Qué valores morales permanecen?

Los grandes valores morales de nuestra cultura católica son indispensables para vencer la corrupción que nos pega con la violencia.

Morelia, Michoacán, 23 de julio de 2019.- En la colonia Isaac Arriaga los criminales entraron a robar a una casa, con lujo de violencia, intimidaciones. Torturaron, amenazaron, se llevaron dinero en efectivo y otros objetos. Se justificaron afirmando que tienen que dar su “moche” a la policía.

Todos sufrimos la ola criminal, bandidaje y violencia, en el campo y la ciudad, los crímenes se han hecho lo más común. Ustedes han sido testigos de muchos crímenes en su persona o en sus conocidos.

El sufrimiento es desgarrador y mientras no nos toca en lo vivo, sentimos todos estos males como algo banal. Un problema es que lo sintamos como algo normal.

Vivimos una increíble decadencia moral, nuestro mal no es primeramente de bienes materiales, de recursos o dinero sino de algo más fino y trascendente, de valores espirituales que fundan la convivencia de los seres inteligentes y libres, con un destino eterno, hemos perdido el sentido del bien y del mal, la sociedad es una jungla.  Son las raíces del árbol que produce frutos envenenados.

La gente vive a ras de tierra, persiguiendo alocadamente bienes pasajeros y egoístas para satisfacer sus bajas pasiones de placer y riqueza, bienes materialistas, efímeros, intra mundanos.

Vivimos en una sociedad secularizada, se diluye la dimensión espiritual, sin conexión con el mundo de lo alto. El hombre centrado en sí mismo ignora a Dios, vive tranquilamente al margen de Dios.

Los liberales y los pragmáticos de la clase dirigente no lo entienden en el afán de una autonomía miope del ser humano, prometeico, que pretende tomar el lugar de Dios. Pero Dios hace falta, es la fuente de valores, y el alma de las virtudes, de los más nobles impulsos y los más altos ideales.

Se han perdido los verdaderos valores humanos-divinos, imperecederos que guían la convivencia social. No sé, el hombre tiene la mente embotada, encandilado por los inventos de la tecnología, que da a su vida brillo y placer. Pierde piso y vive enajenado, olvida la dimensión integral, divina y eterna de su ser y su paso por el mundo material, abocado a la muerte.

La descomposición social, primeramente moral nos ha desbordado, perdemos la conciencia moral, contra los principios fundamentales, actuamos por conveniencia o por capricho, ciegamente arrebatamos los bienes materiales, asesinados, despojamos y creamos un infierno de inseguridad y de muerte.

Hay corrientes de pensamiento que propagan esta descomposición moral: el relativismo escéptico, el agnosticismo que practican los dirigentes del país y arrastran al “pueblo bueno”, que se entrega.

Pensando que no pueden conocer la verdad, niegan su concepto universal e inmutable: no hay verdad para todos. Así se explican sus contradicciones: dicen que nadie está sobre la ley y luego se la pasan por el arco del triunfo en nombre de la justicia. Afirman que están contra la corrupción y traen muchos corruptos en sus filas, no impera la verdad sino el voto de la mayoría y el interés de su Movimiento… Nacional.

Se ve la corrupción del dinero, en el ojo ajeno y no se percibe la terrible corrupción del poder que se expresa en autoritarismo, necedad y menosprecio de la ley

Muchos sienten que vamos a la deriva, de picada hacia la catástrofe y la muerte como Venezuela. Es cierto que no vemos cómo se pueda corregir el rumbo hacia una salida. Sobre todo cuando los dirigentes no quieren ver y no asumen la realidad como es.

Sin embargo, los católicos, casi totalidad del pueblo, tenemos una presencia secreta, poderosa, amante de los pobres, el Señor de la historia, la verdad, la justicia y el Bien en quien podemos confiar.

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