Editoriales

¿Qué hacer? / Teresa Da Cunha Lopes

Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS
Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS

Del 9/11 al viernes negro en París hemos asistido a la emergencia de una visión apocalíptica del terror con el “califato” del Daesh. La cuestión a que nos enfrentamos no es la de realizar un diagnóstico de sus repercusiones internacionales. La cuestión reside en saber qué hacer.

Morelia, Michoacán, 20 de noviembre de 2015.- Del 9/11 en Nueva York al viernes negro del 13 N en Paris hemos asistido a la emergencia de una visión apocalíptica del terror cuya cristalización es el proyecto imperial del “califato” según el Daesh (EI). Pero la cuestión no reside en realizar un diagnóstico de la situación del Oriente Medio y de las amenazas para la seguridad internacional. La cuestión reside en saber qué hacer.

Los filósofos de derecha radical, conocidos como “neocons” entendieron que detrás de los aviones que atacaron las Torres Gemelas en Manhattan y el Pentágono en Washington existía algo más trascendental que una operación espectacular de la pequeña organización terrorista de Osama bin Laden. Detrás de los ataques estaba la enfermedad política que sufre el Oriente Medio, esa atrofia endémica que no puede dar a sus jóvenes la libertad, la prosperidad y la esperanza.

Pero después de diagnosticar la enfermedad, los neoconservadores sólo intensificaron las causas y agravaron el curso de la enfermedad. Su guerra sin sentido en Irak no sanó la región y no llevó la democracia a la región, todo lo contrario. Crearon una reacción en cadena catastrófica que llevó al surgimiento del Daesh (Estado Islámico), un proyecto imperialista (reivindicación del resurgimiento del califato) que no pretende aglutinar o despertar las masas musulmanes (como lo intentaba Al-Qaeda), pero que funciona en base a una ideología apocalíptica de finales del tiempo que quiere barrer todo lo que no controla.

Son estos terroristas apocalípticos que se hicieron cargo de grandes franjas de Irak y Siria. Son estos que golpearon en París, en Beirut. Son los mismos asesinos que, también, colocaron la bomba en el avión con turistas rusos. Son los que atacan en las playas tunecinas y hoy en Mali.

Sin título 151123A lo que hemos estado asistiendo, a lo que estamos asistiendo, es al colapso de Oriente Medio. Durante años la región fue gobernada por un orden corrupto basado en el despotismo no iluminado de diversas dinastías tiránicas y corruptas. Es ese orden corrupto que une transversalmente a los países del Golfo y al Norte de África que ya ha destruido al Líbano, que ahora está en vías de destruir a Siria y que produce la desesperación, que entró en erupción, a partir de los años 80’s en forma de Al-Qaeda.

Pero cuando la respuesta a Al-Qaida, lo único que logró fue la destrucción del viejo orden, Afganistán e Irak a través de dos guerras inútiles y Egipto, Libia a través del resultado caótico de una “primavera árabe” que no floreció, sin sustituirlo por un nuevo orden, un desorden salvaje violento se produjo y tomó de asalto a toda la región.

Este trastorno, este caos de sangre y de terror, se está extendiendo –Irak, Siria, Yemen, Sudán, Libia, la península del Sinaí-. La desintegración de los estados-nación árabe está causando una región disfuncional, sin que exista un plan, una hoja de ruta, una voluntad política que aglomere los elementos y los individuos que la podrían rescatar. Medio Oriente está en una espiral incontrolable.

Frente a esta espiral, Occidente –de los “neocons”, a Obama, pasando por Putin y Hollande– no ha tenido ni la voluntad ni el total entendimiento del fenómeno.

Occidente todavía se niega a entender lo que está pasando. Primero trató de arreglar el mundo árabe agresivamente, bajo el peso de la fuerza militar desnuda y sin freno. Cuando esto desencadenó la implosión del mundo árabe y lo arrastró en la arriba mencionada cadena catastrófica, entonces Occidente trató de huir del mundo árabe, al que dejó tirado sin orden ni concierto. Cuando esta nueva estrategia no funcionó, trató de fingir que no existía el “problema” árabe. Cuando de nuevo esto no funcionó porque las bombas llegaron a nuestras calles y las fronteras se derrumbaron ante la ola de refugiados, de nuevo se opta por la fuerza bruta sin una coordinación, ni un plan, sin entender lo que realmente representa como peligro Daesh.

Lo peligroso del Daesh no es su fuerza militar, mínima cuando comparada con Occidente (sólo usan ataques suicidas o kamikaze aquellos que están perdiendo terreno militarmente o que nunca tuvieron una fuerza militar igual, para empezar).

No, lo que realmente es peligroso es su comportamiento de bacteria que infecta toda la región y la destruye, la corroe desde dentro. Lo realmente peligroso en el Estado islámico no es su estructura organizativa, pero el estado de ánimo que representa.

Lo realmente desestabilizador del Estado Islámico es que es un síntoma de la grande enfermedad del Oriente Medio, provocada por “las bacterias” políticas que están devorando toda una región. Sin una visión integral del colapso de Oriente Medio y de sus causas profundas, no hay ninguna posibilidad de detener la barbarie y el derramamiento de sangre con ataques aéreos masivos, con drones, aún y cuando se aumente las redes de inteligencia de los diversos servicios occidentales (USA, Rusia, UK, Francia, etc.) en la zona.

Ayer, alguien me preguntó, a través de las redes sociales cuál era mi propuesta de solución. Es imposible tener una solución definitiva, es imposible tener una solución inmediata. Pienso que tenemos que volver a mirar el punto donde estábamos el día después de las Torres Gemelas. Por un lado, porque debemos entender lo que hicimos errado, dónde nos equivocamos, lo que no funcionó. Entender el problema de fondo y la manera como cavamos el pozo en que toda la región quedó sepultada.

El problema de fondo a que nos enfrentamos es el total fracaso político de la “nación árabe” moderna para establecer la democracia que combina un estado secular y con el bienestar material de sus poblaciones y con el respecto de los derechos fundamentales de todos los individuos.

Por otro lado, pienso que hay que hacer lo contrario de lo que hicieron los neoconservadores y George Bush. Debemos trabajar con la región, no en contra de ella. Debemos escuchar a todos los musulmanes –cuya mayoría se oponen a la versión radical del Daesh y que son las víctimas inmediatas del terror del movimiento apocalíptico islamista–, no coaccionar.

Debemos encontrar las fuerzas estabilizadoras, llegar a trabajar juntos y forjar un pacto –occidente (incluyendo Rusia)-árabe-israelí -, no sólo para combatir el Estado Islámico, sino también para eliminar la desesperación de la que surgió Al-Qaeda y ahora el Daesh. La lucha contra el DAESH no puede ser solamente militar, tiene que ser una lucha ideológica. No me sorprendería ver surgir, en el 2015, después del atentado contra el avión ruso, las bombas de Beirut y los multi-atentados de París, un amplio acuerdo entre Occidente, incluyendo a E.U. y Rusia para hacer, no solamente frente al avance del “califato”, si no también parar la barbarie.

En 1941, las circunstancias llevaron a la construcción de una alianza entre dos bloques para luchar contra una ideología criminal: contra el nazismo, el mismo fruto de otro proceso de desespero y de descomposición política. Como aliados lucharon unidades estadounidenses, inglesas, fuerzas polacas y francesas libres, soviéticas y hasta un escuadrón mexicano. Hoy, es necesaria una nueva alianza, en que países que pueden tener posiciones y objetivos estratégicos diferentes sobre otras cuestiones, se alían para combatir otra ideología perversa: la del DAESH.

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