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Reflexiones / ¿Hombres o Instituciones?

Nuestro colaborador de ATIEMPO.MX, Christián Gutiérrez, politólogo y comunicador con más de 10 años de trayectoria en diversos medios de comunicación
Nuestro colaborador de ATIEMPO.MX, Christián Gutiérrez, politólogo y comunicador con más de 10 años de trayectoria en diversos medios de comunicación

Celebro que, en el caso del gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, el Gobierno de la República no haya caído en la tentación del centralismo político y se haya respetado la Ley; esto envía una buena señal acerca de cómo son el gobierno federal priista y el gobierno priista de Michoacán

Morelia, Mich., 24 de octubre de 2013.- La historia de los hombres de la política da muestra de los peligros a los que se expone esta actividad y la degeneración que llega a presentar, a partir de conocer la naturaleza del ser humano. Son sus humores, defectos, sentimientos, intereses, fobias, querencias, etc., los que marcan su acción u omisión.

Por ello, no me parece adecuado que la política –actividad encaminada a mejorar el estado de cosas en comunidad- gire en torno a los hombres, imperfectos de manera natural, pues tienden a degradar lo que es por antonomasia democrático y legítimo: las Instituciones.

Para observar esta degradación, basta con leer, ver, escuchar o seguir a ciertos políticos, medios de comunicación, intelectuales orgánicos o grupos de interés disfrazados de Sociedad Civil. Desde luego, la historia del Continente Americano también da cuenta de cómo ha corrido por las venas de los hombres sangre de caudillo, fluido vital distinto al de un demócrata.

Podríamos decir que la democracia en México sí existe, pero de forma muy particular y en grados apenas perceptibles. La democracia electoral es, hasta el momento, una realidad insuficiente, ya que representa –por citar un ejemplo- el único pilar consolidado sobre el cual se edifica el régimen de gobierno mexicano. ¿Cómo podríamos entonces entender la democracia electoral en América Latina? La democracia ha enfrentado tiempos turbulentos en el Continente. Durante generaciones, la región fue considerada como territorio de tiranos militares. Los reformadores sociales saltaban a la palestra, solo para ver sus mandatos interrumpidos por generales provenientes de los cuarteles, por eso, la democracia fue vista como frágil, temporal y superficial en contenido. Sin embargo, parece que durante los últimos 30 años la democracia ha echado raíces en la región. Algunos politólogos consideran este desarrollo como una señal de madurez política, donde los ciudadanos del Continente han pasado de la adolescencia a la vida adulta. Otros piensan que este desarrollo es el resultado inexorable y benévolo de la liberalización económica y el libre comercio. Otros más, le dan el crédito a la influencia y al “ejemplo” de Estados Unidos de América. En fin, ahora se puede decir que la democracia electoral en el Continente Americano es fuerte y en continuo perfeccionamiento.

Cuando América Latina se preparaba para entrar al siglo XX, existían tres formas de regímenes políticos: 1. Caudillismo, que era el sistema mediante el cual los hombres fuertes militares o paramilitares luchaban entre sí a fin de imponer su autoridad sobre la nación –o región-, y disfrutar de las prebendas de la victoria. Eran luchas brutales por el poder; las reglas de combate eran primitivas y los gobiernos surgían y caían con regularidad; 2. Dictadura Integradora o Dictadura Centralizada, que buscaba reducir las tendencias centrípetas del caudillismo y establecer la hegemonía del Estado (Ejem: Porfirio Díaz, en México). A menudo estos gobernantes provenían de las filas del ejército, y una vez en el poder, siempre contaban con el respaldo de las fuerzas armadas para sostener su gobierno; 3. Oligarquía Competitiva o Republicanismo Oligárquico, que hizo uso de elecciones periódicas para ocupar puestos políticos y por lo general, cumplieron con el procedimiento constitucional formal, al mismo tiempo, que restringieron de la competencia efectiva a las facciones de la elite gobernante mediante drásticas restricciones al sufragio y a través de formidables requisitos para ser candidato. Es decir, el sistema estableció mecanismos no violentos para resolver disputas entre las facciones contendientes de las elites dominantes. Aunque este régimen ostentaba una fachada democrática, poco tenía que ver con un gobierno del pueblo, al contrario, favorecía el dominio de una minoría en las relaciones entre las elites y las masas. La Oligarquía Competitiva mostró muy poco respeto por el Estado de Derecho, pues en situaciones de conflicto de clases prevalecía el poder brutal.

Este ha sido el lastre que hemos tenido que vivir los latinoamericanos y los mexicanos en particular. Durante muchas décadas, poco importó la ley, el Estado de Derecho y la Democracia Constitucional; importaba solo aquello que determinaba un caudillo o una oligarquía. Por eso celebro que, en el caso del Gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, el Gobierno de la República no haya caído en la tentación del centralismo político y se haya respetado la Ley. Esto envía una buena señal acerca de cómo son el Gobierno federal priista y el Gobierno priista de Michoacán. Instituciones y el talante democrático de políticos federales y estatales, prevalecieron sobre la sangre y cultura caudillista que prevalece en otros actores.

Blog: http://christiangutierrezalonso.wordpress.com/

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