Editoriales

Romper desde dentro / Yadhira Y. Tamayo Herrera

Tamayo Herrera es abogada con maestrías en administración pública y políticas públicas (ITESM), ingeniería en Imagen Pública (CCIP); actualmente cursa el Doctorado en Derecho en la Universidad Panamericana
Tamayo Herrera es abogada con maestrías en administración pública y políticas públicas (ITESM), ingeniería en Imagen Pública (CCIP); actualmente cursa el Doctorado en Derecho en la Universidad Panamericana

Estoy segura que México necesita mejores diseños institucionales contra la corrupción, necesita practicarlos, ejercerlos, perfeccionarlos. Esperemos ir probando este nuevo método llamado Sistema Nacional Anticorrupción como un tratamiento médico, con fe y disciplina

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México, D.F., 28 de mayo de 2015.- La palabra corrupción significa dañar, echar a perder, sobornar, falsificar. Algún romántico afirmó que viene de dos raíces latinas cor y rumpere que significan “corazón” y “romper”. Es decir que corrumpere significaba, para los romanos, romper desde adentro, romper el corazón. Estrictamente, ningún lingüista daría su visto bueno a esto de romper el corazón, ya que la palabra corromper viene del latín corrompo-rupi-rumtum. Pero esta libre interpretación de romper desde dentro, desde el corazón ilustra muy bien los efectos de la corrupción en las personas y en las instituciones.

Y tan sentido es en este tiempo el tema de la corrupción que muchos andan buscando soluciones, incluido por supuesto el gobierno mexicano encabezado por el Presidente Peña. El miércoles pasado Peña promulgó la reforma constitucional por la que se crea el Sistema Nacional Anticorrupción y se echó un largo discurso ante importantes personalidades del sistema político mexicano y habló de “erradicar con éxito el flagelo de la corrupción” y “combatir la impunidad en el servicio público”.

No obstante, las palabras suenan huecas viniendo de alguien que ha decidido darle vuelta a la página en su beneficio al conflicto de interés evidente en el caso de la Casa Blanca propiedad de la primera dama, Angélica Rivera con valor estimado en 7 millones de dólares. Decían los romanos que “la mujer del César no sólo debe ser honrada, sino parecerlo” y flaco favor le hace al recién nacido Sistema Nacional Anticorrupción que el arranque de dicho sistema sea en voz de alguien cuya legitimidad moral en cuestiones de transparencia ha quedado cuestionada por elección propia.

Pero corrupción no es tema exclusivo de servidores públicos. Hay gran escándalo mundial por el arresto de seis altos funcionarios de la FIFA en Zurich, Suiza por delitos de fraude, asociación delictiva y lavado de dinero. Según la investigación, estos personajes dieron sobornos y comisiones a los representantes de medios de comunicación y empresas de promoción de marcas deportivas por algo así como 100 millones de dólares, desde principios de los años noventa hasta la actualidad. A cambio de ese dinerito recibían derechos mediáticos y de publicidad en torneos de fútbol en América Latina.

Los que saben dicen que tiene que ver de una agenda estadounidense contra los rusos y que las elecciones de sedes de las Mundiales de Futbol como Qatar no pasan las pruebas de transparencia y rendición de cuentas, que hay mano negra.

¿Y qué me dice del rumor ese que el gobierno mexicano no ha podido atrapar al tal Mencho, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación a pesar de los importantes operativos desplegados en Jalisco (Bloqueos del 1 de mayo) y en Michoacán (Tinaja de Vargas y Rancho del Sol)  porque hay un o unos informantes dentro que le avisan a este hombre que le están pisando los talones? El gobierno mexicano afirma que nunca han estado ni cerca de ese señor y que esas son mentiras. Y deseamos sea cierto. Pero ese tipo de rumores que permea tan fácilmente habla de cuánto la gente desconfía de las instituciones y los servidores públicos en estos tiempos.

De cualquier modo, las personas pasan, las instituciones se quedan. Estoy segura que México necesita mejores diseños institucionales contra la corrupción, necesita practicarlos, ejercerlos, perfeccionarlos. Esperemos ir probando este nuevo método llamado Sistema Nacional Anticorrupción como un tratamiento médico, con fe y disciplina que vaya contribuyendo poco a poco ese romperse desde dentro, desde el corazón.

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