Editoriales

Sin seguridad / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

La violencia parida por la inseguridad retornó recargada este fin de semana en Michoacán, ejecutados, linchados, el hartazgo asomó para dejar constancia una vez más y de nueva cuenta el fantasma de Fuenteovejuna recorre nuestro entorno

Morelia, Michoacán, 01 de agosto de 2016.- La violencia parida por la inseguridad retornó recargada este fin de semana en Michoacán, ejecutados, linchados, el hartazgo asomó para dejar constancia una vez más y de nueva cuenta el fantasma de Fuenteovejuna recorre nuestro entorno.

Promesas, discursos y un mar de tinta para decir que se aplicará la norma los tenemos a diario, aunque la realidad parece más bien hablar de la ausencia de autoridad, con ello los saldos negativos se incrementan en un país que vuelve a pintarse de rojo.

Los alcances de la delincuencia organizada y la anárquica hacen de las suyas, esa ha sido la peligrosa constante, por ello los discursos triunfalistas son fulminados por la realidad que refleja signos de hartazgo que están llegando a niveles disparados, en Uruapan se linchó a un par de presuntos asaltantes por un grupo de taxistas. La autoridad brilló por su ausencia.

Las estadísticas relacionadas a los delitos que publican los gobiernos son números sesgados porque muchos de los agraviados no acuden a presentar la denuncia penal porque hace un buen rato la fe se extinguió, como una frágil flama se apagó.

Si la cuestión de la inseguridad no se aborda contundentemente se provoca un efecto dominó, la certidumbre se estropea, las inversiones no llegan y el desempleo será creciente; se necesitan las garantías que ofrece la seguridad jurídica para apostarle al crecimiento sostenido.

Cada vez son más los casos de personas que asumen su propia defensa contra los maleantes, se entiende que de conformidad con nuestras leyes vigentes es el estado el encargado de perseguir los ilícitos y garantizar los derechos humanos, sólo que dicho pacto está roto, violentado, los signos resultan ominosos.

La antigua ley del Talión parece regresar para clamar más que justicia venganza, con ello se podrían escribir más capítulos oscuros en las historias densas forjadas por la delincuencia junto al hartazgo, ello no presagia nada bueno, más bien se predicen actos desafortunados ante la ausencia de la autoridad.

A últimas fechas se asesinaron a dos alcaldes, uno en Guerrero y otro en Chiapas, el grado de vulnerabilidad de las autoridades municipales es más visible que nunca, los homicidios dolosos se han disparado como armas, reiteradamente.

El tema de la seguridad debe ser prioritario no sólo en los discursos, la autoridad no debe escamotear las respuestas sino que debe abordar seriamente el asunto porque no hacerlo implicaría ceder y, entonces, nos empujarán sin escalas al inframundo.

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