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¿Somos Mujeres multitareas? / Alejandra Ortega

La autora, Alejandra Ortega, es subdirectora de ATIEMPO.MX, con una amplia trayectoria de más de 15 años en los medios de comunicación
La autora, Alejandra Ortega, es subdirectora de ATIEMPO.MX, con amplia trayectoria en los medios de comunicación

Todo lo hemos llevado al exceso y entonces perdemos de vista lo fundamental, que es la familia y la mujer como eje central de ella. La realidad es que sin la mujer ninguna familia será funcional y ésta no puede tener  ni tiene sustituto.

Morelia, Michoacán, 09 de julio de 2017.- Vivimos en una época en la que las mujeres estamos agobiadas por tanta carga de trabajo, fuera y dentro de casa. Vivimos una frustración y ansiedad casi permanentes al no lograr cumplir con las metas que nos hemos fijado, pero también por no cumplir con las establecidas por otros, lo que nos obliga a ser mujeres multitareas, con capacidades superiores, porque tenemos que ser mejores que los hombres y que las otras mujeres para poder ser exitosas y reconocidas.

Pero el que mucho abarca poco aprieta, y por eso muchas de nosotras fracasamos o no cumplimos con todo lo impuesto, pero es que es imposible. En algún lado tenemos que fallar, pues la carga es demasiada.

Y generalmente en donde fallamos es en casa, porque fuera de ella, en el ámbito laboral, en la oficina o la fábrica hay metas que se deben cumplir, igual para hombres que mujeres, ahí no hay diferencias en cuanto a las obligaciones y responsabilidades. Hombres y mujeres deben hacer bien su trabajo y cumplir con todo lo solicitado, de otra forma está en riesgo su permanencia laboral, pues ahí… no podemos cometer errores.

Así que normalmente las mujeres que tenemos una familia incumplimos en nuestras obligaciones dentro de casa, porque en este ámbito no nos van a correr, no está en riesgo nuestra permanencia como madre o esposa. Así que es más frecuente fallar en esta parte de nuestras muy copiosas tareas diarias.

Y fracasamos porque nos han impuesto tareas prácticamente imposibles de cumplir, pero que muchas veces acogemos con mucho gusto, pues nos hemos creído que podemos hacer todo, que somos casi súper poderosas y podemos hacerlo todo bien.

Estas múltiples tareas, se nos ha dicho, nos ayudan a salir del yugo del hombre en el que nos han mantenido por siglos, sojuzgadas y minimizadas. Es la única forma, demostrarles a ellos, y no a nosotras, que somos más que los varones, que podemos ser más fuertes, más inteligentes, más arriesgadas, más astutas.

Sin embargo en esta búsqueda de la equidad y muchas veces de la superioridad, nos enfrascamos en una lucha con nosotras mismas y nos imponemos retos que nos dejan exhaustas y sin energías para cumplir con la tarea más importante que tenemos las mujeres que hemos decidido tener hijos, que es cuidarlos, educarlos, formarlos, darles cariño y estar con ellos.

Cada vez es más común que los hogares estén solos la mayor parte del tiempo, aunque haya un padre, una madre y unos hijos. Sólo en la noche es cuando llegan todos y se reúnen los pocos minutos o escasas horas que quedan del día, para poder comentar algo, tal vez cenar y dormir, para al día siguiente hacer la misma rutina que va alejando a las familias más y más.

Los hijos están al cuidado de las abuelas, de algún familiar, o en las guarderías, que ahora han ampliado los horarios de servicios a casi todo el día, porque las madres se dedican de tiempo completo a trabajar, pues son escasos ya los espacios laborales en donde ella pueda trabajar medio turno como antes.

Los nuevos esquemas en la sociedad nos obligan a trabajar fuera del hogar, por una parte, es una cuestión económica, porque nos han dicho que el dinero no alcanza, y es cierto, nunca ningún dinero será suficiente, porque siempre las exigencias son mayores, siempre se quieren más bienes y lujos, que requieren más esfuerzos y más horas de trabajo de padre y madre para poder acceder a una escasa clase media.

Y todo se vuelve económico, ya no importa tanto ser una familia que transmita valores a los hijos, que eduque y que procure el mayor tiempo posible con ellos, que de ella se aprendan roles sanos que redunden en un beneficio colectivo.

De esta forma, prácticamente ya no hay padres de tiempo completo, porque a la mujer se le ha hecho sentir que permanecer en casa con los hijos es una actividad improductiva, de poco esfuerzo y valor, pues para ser una mujer exitosa y reconocida, hay que trabajar afuera, en donde el trabajo es retribuible y los demás pueden darse cuenta de los ascensos y avances profesionales.

En este sentido, estos nuevos esquemas y paradigmas van haciendo a las mujeres susceptibles de caer en fuertes crisis emocionales, a estar siempre estresadas, ansiosas, deprimidas y muy frustradas, además de los problemas existenciales que todo esto produce, pues ya no se entienden bien los papeles y roles que ellas juegan dentro de la familia y fuera de ella.

Todo lo hemos llevado al exceso y entonces perdemos de vista lo fundamental, que es la familia y la mujer como eje central de ella. La realidad es que sin la mujer ninguna familia será funcional y ésta no puede tener  ni tiene sustituto.

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