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Zapata / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

Emiliano Zapata no es propiedad de ningún partido político, no es un invento de los gobiernos, en todo caso fue un personaje auténtico, un líder natural que no fue seducido por el poder, representa un trascendente contenido social de la revolución, el más puro símbolo

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Morelia, Michoacán, 10 de abril de 205.- México es un país de símbolos, historias sublimes e historietas que se han impuesto como si fuesen verdad, elevadas a categoría de dogma. Una gesta trascendente en nuestra historia es la revolución de 1910, cuyos motivos resultan en muchos casos indiscutibles porque se vivía una dictadura, un régimen avejentado reflejaba sus fisuras, el desgaste que produce el ejercicio del poder.

Porfirio Díaz exigió sufragio efectivo no reelección, la misma bandera que utilizó Francisco I. Madero para destronar al antiguo héroe de la república restaurada al lado de Benito Juárez.

En contra de la dictadura de Porfirio Díaz Mori se manifestó el Partido Liberal en su manifiesto de 1906, a esa organización la encabezaban los hermanos Flores Magón quienes tuvieron como abrevadero ideológico al anarquismo.

Porfirio Díaz, hombre de luces y sombras, prefirió renunciar a la presidencia para evitar un baño de sangre, lo que sucedió después es que no sólo hubo un chapuzón sino un cruel derramamiento de sangre por doquier, llega a la primera magistratura un novato de la política y aficionado al espiritismo, Francisco I. Madero.

Posteriormente vino la decena trágica, el Chacal Victoriano Huerta usurpa el poder, más sangre con superlativas contradicciones.

En esa época cruenta de México destacó un hombre con motivos naturales como los surcos de la tierra, un campesino que representaba los ideales añosos de muchos que carecían de justicia, Emiliano Zapata.

Tierra y libertad exigía Zapata, el líder nacido en Anenecuilco para morir en Chinameca, las proclamas del caudillo del sur tienen una evidente influencia anarquista de los hermanos Flores Magón.

A diferencia de muchos líderes que son simuladores y embaucadores con una tarifa definida para venderse al mejor postor gubernamental, Emiliano Zapata no aceptó los sobornos ofrecidos por Francisco I. Madero, sufrió un desengaño al percatarse la falta de palabra del mandatario de la revolución.

Quién lo diría, Francisco Villa y Emiliano Zapata fueron un binomio que brindó continente a la gesta revolucionaria, ambos tuvieron mayor conciencia social que muchos de los letrados de aquellos años difíciles y mucha más que la gran cantidad de tecnócratas que contribuyen al empobrecimiento además de presumirse apátridas porque su acendrado neoliberalismo les vuelve ignorantes de la historia.

En la memoria colectiva tiene un sitial el revolucionario oriundo del estado de Morelos, el que proclama el Plan de Ayala, el que pactó coyunturalmente con Pancho Villa, el mismo que fue acribillado en Chinameca al sufrir una traición maquinada por el propio presidente Venustiano Carranza en los años teñidos de sangre en un país que no terminaba de morir ni de nacer. Zapata exigió tierra para quienes la trabajaban, para los hombres del campo, entonces se impulsaron las políticas agrarias, las que Lázaro Cárdenas llevaría a la praxis algunos años más adelante.

Emiliano Zapata no es propiedad de ningún partido político, no es un invento de los gobiernos, en todo caso fue un personaje auténtico, un líder natural que no fue seducido por el poder, representa un trascendente contenido social de la revolución, el más puro símbolo.

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