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23o. Tour de Cine Francés: Amanda

David y Sandrine son hermanos. Además de su parentesco, los une un pasado difícil y el cariño que ambos profesan por Amanda, la hija de siete años de Sandrine. Justo cuando las cosas parecen enderezarse sobreviene la tragedia: Sandrine muere y la novia de David resulta gravemente herida durante un ataque terrorista.

Morelia, Michoacán, 08 de septiembre de 2019.- Arrancó en Morelia el 23º Tour de Cine Francés. Amanda (2018), el tercer largometraje del cineasta parisino Mikhaël Hers, es una de las mejores opciones para abordar la interesante selección anual de la muestra itinerante. 

La película fue presentada en la sección Horizontes del Festival de Cine de Venecia y para finales de noviembre del año pasado llegó a la cartelera, cumpliendo decorosamente cuatro semanas entre los primeros lugares de la taquilla gala. 

David y Sandrine son hermanos. Además de su parentesco, los une un pasado difícil y el cariño que ambos profesan por Amanda, la hija de siete años de Sandrine. Justo cuando las cosas parecen enderezarse sobreviene la tragedia: Sandrine muere y la novia de David resulta gravemente herida durante un ataque terrorista en el Bosque de Vincennes, uno de los parques más emblemáticos de París. A partir de ese momento, David no solamente tiene que sobreponerse a la muerte de su hermana, ahora también debe hacerse cargo de la pequeña Amanda. 

Se puede encontrar una clara similitud temática entre ésta y la anterior película del director, Ese sentimiento del verano (Ce sentiment de l’eté, 2015). Ambas muestran a hombres jóvenes que sufren por la muerte repentina de un ser querido. 

La diferencia fundamental es la manera en que la que cada uno afronta el duelo: mientras que en la primera el dolor resulta insuperable y persigue al protagonista incluso cuando éste se muda de continente, en la cinta que nos ocupa, David y su sobrina encuentran cierto alivio, no sin antes pasar por una serie de situaciones difíciles. 

Hers hace uso de la frase “Elvis has left the building!” (la cual solía pronunciarse al final de los conciertos de “El Rey”, para evitar posibles desórdenes entre los asistentes), como catalizador de las emociones de la niña que ha perdido a su madre. 

En la actualidad, la frase ha tomado una variedad de significados, entre los que destacan: el cierre de un ciclo o la superación de un problema grave. En este caso, la pequeña Amanda asimila la expresión mientras observa con cierta angustia un juego de tenis desde las gradas de Wimbledon.

El guión, coescrito por el propio director, dosifica hábilmente la información para establecer el complejo entramado familiar de los personajes. Los hermanos que han crecido bajo la tutela del padre, mientras que la madre permanentemente ausente, vive en el extranjero. Quizás ello explica las dificultades que ambos tienen: Sandrine se ha enfrascado en una serie de relaciones desastrosas, en tanto que David vive de empleos informales, después de abandonar su pasión inicial: el tenis.

Hers no se limita a mostrar la tragedia que envuelve a esta pequeña familia, sino que recrea el escenario posterior a un atentado. Los señalamientos hacia personas debido a su apariencia, los noticieros alarmistas y la amenazante presencia de la policía militarizada, conforman un entorno sumamente complejo para aquellos que sobrevivieron a la tragedia. Sin embargo, el director no se engancha en el tema, dejando de lado toda clase de consideraciones políticas para enfocarse en el drama familiar.

Resulta interesante observar cómo el guión va dejando algunos espacios en blanco conforme avanza el metraje, situaciones y personajes que se diluyen sin explicación y cuyos espacios son ocupados por uno de los personajes más importantes del filme: la ciudad. Con sus calles, plazas y restaurantes, París ofrece un entorno perfecto para reconfigurar la vida de sus personajes, en este austero pero emotivo drama francés.

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