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Cartelera Retrospectiva: El tercer asesinato

En El tercer asesinato, el cineasta japonés hace una incursión poco convencional al cine judicial, aunque falla como thriller, ofrece otra perspectiva del género
En El tercer asesinato, el cineasta japonés hace una incursión poco convencional al cine judicial, aunque falla como thriller, ofrece otra perspectiva del género

Shigemori es un exitoso abogado que defiende a un hombre por el robo y asesinato de su patrón. La labor del jurista no es sencilla: el carácter errático de su defendido, aunado a sus antecedentes penales y una confesión presurosa, lo han puesto contra las cuerdas. Sin embargo, una serie de detalles siembra dudas sobre la verdadera responsabilidad del acusado.

Morelia, Michoacán, 10 de junio de 2018.- No ha sido ninguna sorpresa que Hirokazu Koreeda se alzara con la Palma de Oro en la más reciente edición del Festival de Cannes, la cinta Manbiki kazoku (2018), es el séptimo largometraje del cineasta japonés que se presenta en alguna de las secciones del importante certamen francés. Pero mientras su más reciente trabajo dejó una buena impresión en Europa, en México apenas se estrena  su obra previa: El tercer asesinato (Sandome no satsujin, 2017), un drama criminal que tuvo buen recibimiento en el Festival de Venecia y que en nuestro país puede verse como parte de la 64 Muestra Internacional de Cine.

El tercer asesinato es el decimosegundo largometraje de ficción que escribe y dirige el realizador nacido en Tokio. Shigemori es un exitoso abogado que defiende a un hombre por el robo y asesinato de su patrón. La labor del jurista no es sencilla: el carácter errático de su defendido, aunado a sus antecedentes penales y una confesión presurosa, lo han puesto contra las cuerdas. Sin embargo, una serie de detalles siembra dudas sobre la verdadera responsabilidad del acusado, ¿será eso suficiente para librarlo de la pena de muerte?

Si bien la filmografía reciente de Koreeda se había enfocado abiertamente a intimistas retratos familiares, su obra menos conocida abarca diversidad de géneros: varios documentales, una película de samuráis, Hana (Hana yori mo naho, 2006), incluso adaptaciones de mangas como Air doll (Kûki ningyô, 2009). Su más reciente trabajo nació de la curiosidad de acercarse a un género distinto, aquel que se desenvuelve en los tribunales y que tanto éxito comercial ha tenido en Hollywood.

Pero a diferencia de sus homólogas estadounidenses, la cinta del japonés no puede considerarse un thriller clásico, ni siquiera una película de suspenso, ya que en vez de ir aclarando el panorama conforme avanza el metraje, de armar paulatinamente las piezas del rompecabezas hasta llegar a la sorprendente revelación final, nos damos cuenta de que la situación se vuelve más confusa y que en vez de las certezas que esperábamos en el tramo final, encontramos más preguntas que respuestas. Es muy probable que el espectador que espere una resolución convencional se sienta decepcionado ante un misterio que lejos de esclarecerse se vuelve más difuso.

La culpa acompaña de distinta manera a los protagonistas: un abogado aconseja a su cliente asumir la responsabilidad, otro asegura que debió condenarlo a muerte después de sus primeros crímenes, mientras que acusado y defensor viven con el remordimiento de su propia paternidad fallida. Es dicha culpa y la búsqueda de una verdad elusiva lo que une a los personajes. A pesar del poder que pueden ejercer los tribunales sobre la vida de las personas, lo cierto es que en ellos no se busca la verdad propiamente dicha. Koreeda parece decirnos: “si buscas la verdad, no la encontrarás aquí”.

En El tercer asesinato, el cineasta japonés hace una incursión poco convencional al cine judicial, aunque falla como thriller, ofrece otra perspectiva del género. Es más una reflexión moral con envoltura de melodrama de tribunal, pero su conclusión puede parecer inacabada, incluso frustrante, lo que la sitúa un peldaño debajo de sus mejores obras, que no son pocas. Está lejos de ser una mala película, pero es que un realizador del calibre de Koreeda nos tiene acostumbrados a más, mucho más.

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