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Cartelera Retrospectiva / La bicicleta verde

El filme, en sí mismo resulta modesto en sus alcances, sus méritos se encuentran más allá de lo cinematográfico. Ya que las anécdotas del rodaje más que peculiares resultan escalofriantes
El filme, en sí mismo resulta modesto en sus alcances, sus méritos se encuentran más allá de lo cinematográfico. Ya que las anécdotas del rodaje más que peculiares resultan escalofriantes

A pesar de sus buenas intenciones, el filme deja muy poco para el espectador exigente. La bicicleta verde forma parte de ese tipo de cinematografía social, cuya temática resulta por demás digna de discutirse pero que desafortunadamente en la sala de cine resulta tremendamente aburrida

Morelia, Michoacán, 02 de julio de 2014.- Sin muchas expectativas se presentó en cartelera La bicicleta verde (Wadjda, 2012), que inició su largo peregrinar por los circuitos festivaleros desde hace dos años cuando se estrenó en el Festival de Cine de Venecia. La cinta se vende como la primera película filmada en su totalidad en Arabia Saudita (recordemos que las salas de cine están prohibidas en el reino árabe), y cuenta además con el nada desdeñable mérito de haber sido dirigida por una mujer, la directora Haifaa Al-Mansour. En nuestro país se pudo ver el año pasado en el FICM, además que ya hace un buen rato que inició un largo recorrido por las salas de arte y cineclubes.

Al-Mansour escribió el guión para su primer largometraje inspirada por una de sus sobrinas. Wadjda (título original de la obra), es una niña de diez años que vive en un suburbio de Riad, donde vive en compañía de su madre. Después de una discusión con su joven amigo Abdullah, Wadja decide reunir el dinero para comprar una vistosa bicicleta verde (la sociedad saudita prohíbe el uso de este medio a las mujeres), que exhiben en una tienda cercana a su hogar. Para ello deberá ganar un concurso de recitación del Corán y de paso enfrentar la posible separación de sus padres.

La intención original de Al-Mansour era la reivindicación femenina en una sociedad tan segregada y sexista: “Quise escribir una historia donde se escuchase mi voz, las voces de todas las mujeres, que como yo, quieren hacerse oír, pero sin necesidad de confrontación”. Pero aunque existe esta importante pretensión feminista lo cierto es que el resultado final del filme se acerca más a lo que nos ofrece a la cinematografía infantil de los iraníes Majid Majidi y Marzieh Makhmalbaf, aunque definitivamente la cineasta saudita se inclina por una mirada menos dramática y más optimista, que puede no ser del agrado de todos.

El filme, en sí mismo resulta modesto en sus alcances, sus méritos se encuentran más allá de lo cinematográfico. Ya que las anécdotas del rodaje más que peculiares resultan escalofriantes: Al-Mansour tuvo que dirigir desde una camioneta con vidrios polarizados, sin poder ser vista y comunicándose con radio con sus operadores y los actores para lograr que las escenas salieran justamente como se buscaba. Es por ello que la obra es un triunfo en sí mismo, por terminarse, por el simple hecho de poder exhibirse ante un público, aunque no sea el de su país.

Pero a pesar de sus buenas intenciones, lo cierto es que el tono descriptivo, propio para ilustrar al espectador occidental sobre la realidad de la conservadora y sexista sociedad de Arabia Saudita, deja muy poco para el espectador exigente. La bicicleta verde forma parte de ese tipo de cinematografía social, cuya temática resulta por demás digna de discutirse pero que desafortunadamente en la sala de cine resulta tremendamente aburrida.

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