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Cartelera Retrospectiva / Perdida

La película dura dos horas y media, pero se pasan volando. Es un thriller ingenioso y entretenido, con elaboradas dosis de humor negro y perversidad que se dejan ver de manera puntual a lo largo del metraje.
La película dura dos horas y media, pero se pasan volando. Es un thriller ingenioso y entretenido, con elaboradas dosis de humor negro y perversidad que se dejan ver de manera puntual a lo largo del metraje.

Nick y Amy son una pareja que sufre de problemas económicos, la repentina enfermedad terminal de la madre de Nick los obliga a mudarse de la cosmopolita Nueva York a una pequeña ciudad de Missouri. Es ahí, el día de su quinto aniversario de bodas, cuando Amy desaparece de manera misteriosa.

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Morelia, Michoacán, 05 de octubre de 2014.- David Fincher es un cineasta suele tomar proyectos de gran envergadura, pero ni los enormes presupuestos ni las caras conocidas van siempre de la mano con una buena recaudación en taquilla, un requisito indispensable para seguir vigente en la reñida industria estadounidense. Filmes como Zodiaco (Zodiac, 2007), incluso El club de la pelea (Fight Club, 1999), que recibieron buenas críticas, obtuvieron en su momento discretos resultados económicos. ¿Será el caso de su más reciente obra? A la espera de sus primeros números, veremos si Perdida (Gone girl, 2014), ha generado la expectativa suficiente como para sobreponerse a un público mayoritario que odia las películas de más de dos horas y que en cambio, adora las historias complacientes.

Perdida está basada en el best seller homónimo de la periodista y escritora estadounidense Gillian Flynn (publicada por primera vez en 2012 y editada en español por la colección Roja & Negra), que para darnos una idea su popularidad, fue la que en su momento, desbancó del puesto número uno de ventas a la afamada Cincuenta sombras de Grey. Nick y Amy son una pareja que sufre de problemas económicos, la repentina enfermedad terminal de la madre de Nick los obliga a mudarse de la cosmopolita Nueva York a una pequeña ciudad de Missouri. Es ahí, el día de su quinto aniversario de bodas, cuando Amy desaparece de manera misteriosa. Todo parece indicar un homicidio y las pistas parecen señalar a su esposo, quien no luce tan preocupado como debería, es ahí que la televisión entra al juego. Pero ¿qué sucedió en realidad?

Después de dirigir dos episodios de la serie House of cards de Netflix, David Fincher buscaba algo diferente, esa búsqueda fue lo que lo llevó a la obra de Flynn. Con el fin de evitar una adaptación puntual de la historia, el director recurrió a la propia escritora para que adaptara su texto para el cine. El resultado incluyó grandes cambios (“no solo hizo pequeños cortes, fue toda una deforestación”, decía Fincher en una entrevista), entre ellos un final diferente para sorprender incluso a los que ya habían leído la novela.

La historia está narrada a través de los puntos de vista contrapuestos de sus protagonistas: por un lado, Nick debe enfrentar la desaparición de su esposa, pero no puede evitar hacerlo con cierta despreocupación, de manera paralela Amy cuenta su versión a través de un  meticuloso y acusador diario. Pero a pesar de sus diferencias (él se muestra amable cuando quiere, pero es poco disciplinado y conformista, ella es una mujer fría, inteligente y absolutamente manipuladora) ambos tienen algo en común: su incontenible egoísmo, ese ánimo narcisista para mostrar una visión idealizada de ellos mismos ante unos medios de comunicación ávidos de entrar a ese juego, en el que no importa la verdad sino lo que verdaderamente mantenga en vilo a los espectadores.

La película dura dos horas y media, pero se pasan volando. Es un thriller ingenioso y entretenido, con elaboradas dosis de humor negro y perversidad que se dejan ver de manera puntual a lo largo del metraje. Perdida es también un crudo retrato de una pareja que sueña con destruirse mutuamente, de un matrimonio al cual le resulta imposible separarse de una manera madura  y convencional (“nadie me conoce mejor que tú”, dice ella fríamente convencida), y es que es más difícil romper las ataduras del rencor que las del afecto, tal vez aplica aquella línea de Borges, “no nos une el amor, sino el espanto”.

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