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Desastres naturales, el papel del Estado (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

La respuesta a desastres naturales no es una cuestión de blanco o negro, sino de colaboración entre la ayuda civil y la estatal. Ambos actores desempeñan roles únicos y necesarios en la gestión de desastres.

Morelia, Michoacán, 07 de noviembre de 2023.- Primero lo obvio, los desastres naturales, terremotos, ciclones, inundaciones, tsunamis, etcétera, son fenómenos impredecibles y potencialmente devastadores que afectan a comunidades en todo el mundo.

Ante estos eventos, el papel del Estado en la respuesta y recuperación se vuelve fundamental.

La intervención estatal no ha sido la misma todo el tiempo, ha evolucionado a lo largo de la historia dependiendo del tamaño y poder de cada Estado o Imperio y obviamente de la importancia de la ciudad o región siniestrada.

En épocas antiguas, las respuestas a desastres dependían en gran medida de la comunidad local y la solidaridad vecinal. Sin embargo, a medida que las poblaciones crecieron y las amenazas naturales se volvieron más complejas, se hizo evidente la necesidad de una coordinación más amplia y recursos adicionales para hacer frente a estos eventos.

El modelo moderno de respuesta a desastres naturales por parte del Estado comenzó a tomar forma en el siglo XIX, con la creación de agencias gubernamentales y la promulgación de leyes que otorgaban al gobierno un papel más central en la gestión de desastres.

En el siglo XX, después de desastres notables como el terremoto de San Francisco en 1906 se promovió aún más la planificación y coordinación estatal en situaciones de emergencia.

Los enfoques y resultados de la respuesta a los desastres naturales varían ampliamente de un país a otro.

Algunas naciones han desarrollado sistemas de respuesta altamente efectivos, mientras que otras aún luchan por establecer estructuras de gestión adecuadas.

Un ejemplo destacado de eficacia en la respuesta a desastres es Japón, un país propenso a terremotos y tsunamis.

Japón ha invertido significativamente en infraestructuras resistentes a terremotos, sistemas de alerta temprana y una sólida capacidad de respuesta del Estado.

En contraste, la mayoría de los países en desarrollo continúan enfrentando grandes desafíos.

La falta de recursos, infraestructuras adecuadas y capacidad de respuesta gubernamental puede empeorar el impacto de los desastres.

En estos casos la cooperación internacional juega un papel importante en la ayuda a estas naciones.

México es un país que ha experimentado una serie de desastres naturales notables en las últimas décadas. Entre los más devastadores y que muchos aún recordamos como una pesadilla se encuentra el terremoto de 1985 que afectó a la Ciudad de México y buena parte del centro occidente, ya en menor escala el Huracán Wilma en 2005 y el terremoto del 2017.

Este temblor dejó cuantiosos daños en los estados del centro del país, algunas firmas independientes cifraron las pérdidas entre cuatro mil y ocho mil millones de dólares estadounidenses.

Es innegable que la sociedad civil en México ha demostrado una gran solidaridad y capacidad de respuesta ante estos y otros desastres. Los integrantes de la sociedad por lo general brindan asistencia inmediata, como búsqueda y rescate, atención médica de emergencia y distribución de suministros.

El Estado mexicano también había mejorado sus capacidades de respuesta a lo largo de los años, estableciendo instituciones como el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) y fortaleciendo la coordinación interinstitucional. Sin embargo la actual política de recortes y de lealtad al 90% con una capacidad del 10% han deteriorado la eficacia de los gobiernos locales.

La respuesta a desastres naturales no es una cuestión de blanco o negro, sino de colaboración entre la ayuda civil y la estatal. Ambos actores desempeñan roles únicos y necesarios en la gestión de desastres.

La ayuda civil, compuesta por voluntarios, organizaciones no gubernamentales y la comunidad en general, puede llegar rápidamente a las áreas afectadas y proporcionar asistencia inmediata. Su flexibilidad y capacidad para movilizar recursos a menudo son insustituibles en las etapas iniciales de un desastre.

Por otro lado, la ayuda estatal es esencial para coordinar recursos a gran escala, implementar políticas de evacuación y reconstrucción y proporcionar apoyo financiero. El Estado tiene la capacidad de movilizar fuerzas militares y de seguridad civil, así como establecer planes de emergencia y proporcionar (en teoría en el caso de México) una dirección estratégica en la respuesta a desastres.

La respuesta a desastres naturales requiere una colaboración efectiva entre la sociedad civil y el Estado, ya que ambos desempeñan roles complementarios y esenciales. La supresión de la ayuda civil en favor de la ayuda estatal solo se puede calificar como irracional; ambas son necesarias para abordar de manera integral y efectiva los desafíos de los desastres naturales.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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