DestacadasEditoriales

Límites en la libertad de expresión; reflexiones sobre los insultos

Personalmente considero que un diario serio, en su versión electrónica, no debe brindar espacio a cartas y comentarios que sean en realidad un catálogo de insultos. La libertad, para que pueda ser vivida por todos, necesita reglas.

Morelia, Michoacán, 23 de enero de 2024.- La era digital ha democratizado la información, permitiendo a los lectores expresar sus opiniones a través de los comentarios en los periódicos en línea. Este fenómeno, si bien enriquece el debate público, también plantea preguntas sobre los límites de la libertad de expresión, especialmente cuando los comentarios no buscan un intercambio de ideas, sino que se concretan a recitar un catálogo de agresiones, descalificaciones e insultos.

La libertad de expresión es un principio fundamental en sociedades democráticas, garantizando el derecho de las personas a expresar sus opiniones sin temor a represalias. Sin embargo, surge una dicotomía cuando se trata de la aceptación de insultos como respuesta a un artículo serio donde el autor da su nombre y muestra su cara y el agresor se esconde en el anonimato. Inevitablemente salta la duda. ¿Es válido tolerar agresiones verbales en nombre de la libertad de expresión?

En primer lugar, es esencial reconocer que la libertad de expresión no es un concepto absoluto y sin límites; la ley establece restricciones. En el contexto de los comentarios en línea, la tolerancia hacia insultos plantea interrogantes éticos. ¿Debe considerarse válida una expresión que, en lugar de enriquecer el debate, busca denigrar y descalificar? Cuando los comentarios se desvían hacia ataques personales y descalificaciones sin fundamento, el valor del debate se diluye o de plano se pierde por completo.

La problemática se agrava cuando estos comentarios provienen de individuos que optan por el anonimato, escudándose detrás de un seudónimo sin revelar su identidad real. Si bien el anonimato puede ofrecer protección a quienes expresan opiniones comprometedoras en una dictadura o un Estado policíaco, también abre la puerta a conductas irresponsables. En este sentido, surge la pregunta: ¿debe la libertad de expresión amparar a aquellos que no asumen la responsabilidad de sus palabras?

La libertad de expresión no implica una licencia para difamar, injuriar o acosar. Los límites deben trazarse en el punto donde las expresiones dejan de ser opiniones legítimas para convertirse en ataques directos que vulneran la dignidad de las personas. Los insultos gratuitos y descalificaciones infundadas no contribuyen al diálogo constructivo.

En el contexto de las cartas enviadas a los diarios, la situación se complica. Por un lado, se busca dar voz a la diversidad de opiniones, pero por otro, es necesario establecer límites para preservar el respeto mutuo. La crítica constructiva es valiosa, pero cuando las cartas se convierten en vehículos de odio y difamación, se requiere una intervención más rigurosa.

Repasando el tema me remito a un artículo del conocido analista Héctor Aguilar Camin, titulado “Abajoinsultante” fechado en mayo del 2011, pero que tiene vigencia absoluta en nuestros días.

Nos relata Aguilar Camin que el conocido analista Fernando Escalante Gonzalbo envió a Pablo Hiriart, director del diario La Razón, donde escribía, una petición argumentada para que en adelante el diario impida que los lectores cuelguen comentarios al final de sus artículos en la edición electrónica. Las razones, como veremos son más que serias y sensatas.

El espacio para comentarios, dice Fernando, “no sirve para continuar los argumentos ni para refutarlos, ni siquiera para abrir un diálogo. En la práctica, se ha convertido en un muro para colgar insultos”.

Continúa Escalante: “En la práctica, en ese espacio se manifiestan los peores rasgos de la comunicación por internet: el anonimato, la facilidad, la precipitación, la irresponsabilidad, rasgos que en conjunto favorecen además una radicalización tanto más irreflexiva y furiosa cuanto más apresurada”

Al final Fernando termina con una reflexión que en lo personal me parece lógica y adecuada; suprimir esos espacios. “Estamos acostumbrados a que exista ese espacio, de modo que parece impensable suprimirlo, como si fuese un atentado contra algún derecho básico. No veo por qué. No veo por qué motivo podría alguien esperar que la plataforma de un periódico o el nombre de un periodista, tengan que servir como soporte, publicidad o altavoz para difundir sus desahogos”

Personalmente considero que un diario serio, en su versión electrónica, no debe brindar espacio a cartas y comentarios que sean en realidad un catálogo de insultos. La libertad, para que pueda ser vivida por todos, necesita reglas. El trabajo intelectual del autor del artículo merece respeto. No existe una razón válida para cubrir de injurias al que piensa diferente.

Alejandro Vázquez Cárdenas

Requisitos para ser un buen político (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba