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#Meditación: Que no te cambien el Evangelio

Estemos vigilantes. No sea que escuchando las voces que proponen un cristianismo facilón terminemos lejos de la comunión con el Hijo y el Padre.

Ciudad Juárez, Chihuahua, 03 de enero de 2024.- El Evangelio es la buena noticia de la salvación en Jesucristo. Es el maravilloso anuncio del amor de Dios ante la realidad oscura del pecado de la humanidad. #Cristo fue enviado para darnos el perdón y lavar nuestras culpas al morir en la Cruz. Pero hay que reconocerse pecador, necesitado de curación y de perdón. Sólo el arrepentimiento y la conversión nos introducen en el #Evangelio, y así el Señor nos da su Espíritu. Es el camino de la Iglesia en 20 siglos de historia.

Hoy, lo que hemos escuchado desde el principio del #cristianismo está siendo puesto en entredicho. Hay personas de Iglesia que proponen un evangelio sin reconocimiento de la propia miseria ni del pecado personal, un evangelio aguado y sin conversión, una salvación en #Cristo sin esfuerzo, sin ascética, siguiendo por el camino ancho y no por la puerta angosta. Un evangelio que, en el nombre de una falsa misericordia abraza, no sólo al pecador sino también a su pecado. Jesús nos otorga su gracia a través de diversas ayudas de la Iglesia para superar los pecados.

Eso mismo predicaba #Lutero en el siglo XVI: la naturaleza del hombre está tan corrompida que no tiene remedio. Para Dios es prácticamente imposible quitar al hombre su pecado, y Dios volverá disimuladamente su mirada hacia otra parte mientras que sus hijos pecadores entran en el cielo con sus faltas perdonadas, pero sin habérselos quitado. La predicación de Lutero, relajada y facilona, no es la fe católica. Así tampoco es fe católica un cristianismo sin conversión y sin renuncia al pecado.

Que no nos quiten el Evangelio de Jesús que nos viene desde el principio. Mira lo que dice hoy san Juan en su palabra: «En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna. Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros». (1Jn 2, 24-26).

Estemos vigilantes. No sea que escuchando las voces que proponen un cristianismo facilón terminemos lejos de la comunión con el Hijo y el Padre, en un frío desierto de iglesias vacías, fuera de nuestra meta, que es Jerusalén.

#Meditación: Fe en medio de las tormentas

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