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18 FICM: Fuego adentro

León, un hombre que claramente sufre por una causa desconocida para el espectador. El misterio se devela cuando llega su hermano menor, Andrés. Cargando una mochila, una carta de su ex pareja y un teléfono que no para de vibrar.

Morelia, Michoacán, 30 de octubre de 2020.- Hace algunos años el cineasta regiomontano Jesús Mario Lozano se presentó con su ópera prima Así (2005), en la sección en competencia del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). Era un ejercicio experimental que contaba la vida de un adolescente en secuencias de poco más de treinta segundos a lo largo de varios meses. Desde entonces han pasado dos largometrajes más Más allá de mí (2008) y Ventanas al mar (2012), además del documental La sangre bárbara (2014), los cuales solo pudieron verse en festivales. 

Después de tantos años, Lozano regresa al FICM con Fuego adentro (2020). Una película pequeña, con tres personajes, que se desarrolla en Cuetzalan, en la sierra poblana. A ese lugar llega León, un hombre que claramente sufre por una causa desconocida para el espectador. Por el día limpia tumbas y deambula por los tupidos bosques de la región. Por la noche pasa el tiempo en las cantinas antes de llegar al modesto cuarto que habita. El misterio se devela cuando llega su hermano menor, Andrés. Cargando una mochila, una carta de su ex pareja y un teléfono que no para de vibrar, Andrés le confiesa, después de un intercambio de golpes, el verdadero motivo de su visita: viene a matarlo. 

La película está conformada por cuatro capítulos, nombrados en náhuatl con sus respectivos títulos en español. El primero de ellos es Chicnautopan: Los nueve lugares que están sobre nosotros. La inclusión de un tercero con el título Chicnauhmictlan (Los nueve lugares de la muerte), nos hace pensar en el mito de la creación del mundo de la mitología mexica. Cuando Quetzalcóatl da muerte y parte en dos a Cipactli, un ser monstruoso que era medio pez y medio cocodrilo, para crear con cada una de sus partes el cielo y la tierra. 

No queda muy claro como trasladamos este mito a la historia que nos ocupa. Los hermanos León y Andrés forman parte de una organización delictiva a la que se refieren con el parco título de “el grupo”. Ambos son sicarios, aunque León se muestre arrepentido de su pasado. Andrés no ve escapatoria, sabe que su hermano debe morir, ya que de ello depende la vida de su madre y la de él mismo.

Quizás a eso se refiere el segundo capítulo del filme, que lleva el nombre de Tlalticpac (En la superficie de la tierra), que en la cosmogonía náhuatl hace referencia todo aquello que es perecedero y terrenal. Esas cosas que hacen los hombres por debilidad o ambición, como el caso de los dos hermanos. Tlalocan (El lugar del néctar de la tierra), el último capítulo, nos indica la llegada al paraíso. León se prepara para su muerte, hace limpieza, se perfuma y hasta tiende su cama, incluso compra alimentos en el lugar de abundancia terrenal por excelencia: el mercado. 

Aunque de inicio pudiera considerarse como otra película que tiene como marco de referencia la violencia que afecta al país, lo cierto es que los personajes y su paso por el pequeño poblado serrano no son más que una excusa para hablarnos de los seres humanos y de la tierra, así como su carácter transitorio antes de llegar al paraíso como lo define la cosmogonía náhuatl. Son solo actores que representan el drama eterno de la tierra que habitamos. Del interés del espectador en estos temas depende el disfrute o no de la película, pero al menos es muy corta, apenas 70 minutos, que se disfrutarán o al menos permitirán echar una cómoda siestecita en la sala.

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